El acompañamiento al final de la vida de las personas no es ninguna moda, ni es una frivolidad prescindible; es una necesidad acuciante que experimentan las personas enfermas y sus familias cuando han de enfrentarse a algo para lo cual la mayor parte de la sociedad no está preparada, como es la posibilidad de una muerte cercana. Por eso mismo, hablar del tema, avanzar en la formación y facilitar espacios de reflexión, es igualmente una necesidad flagrante.
Y lo es porque es el único camino para reducir el nivel de sufrimiento al que se enfrentan las familias, sufrimiento que en buena medida será emocional y existencial. Paliar el sufrimiento físico es algo necesario, por supuesto, pero es totalmente insuficiente si no va acompañado de una preparación que sea capaz de ampliar la mirada e integrar a toda la persona en el proceso. Y eso solo se consigue desde la formación, desde la maduración y el crecimiento personal, tanto de enfermos y familiares como de los profesionales.
Iniciativas encomiables
Por eso tienen tanto valor iniciativas que abren esos espacios a la población, que se acerca a ellos a veces con timidez y reparo y otras veces con determinación, y tiene resultados espectaculares en términos de satisfacción y de sembrar la certeza de que hay toda una tarea por desarrollar, que nunca se puede dar por concluida, y que nos va convirtiendo poco a poco en personas más serenas, más maduras, con menos temores y con mayor capacidad para ser catalizadoras de cambios en nuestro entorno, porque esa serenidad que se adquiere desde el crecimiento personal arraigado en la reflexión profunda y bien guiada por profesionales es contagiosa y transforma las atmósferas cuando irrumpe la enfermedad y la posibilidad de morir.
Recientemente he tenido el privilegio de participar en dos de estas iniciativas en las Terres de l’Ebre, una de ellas organizada por el Consell Comarcal de la Terra Alta (en Gandesa) y la otra por el Ajuntament d’Ascó en colaboración con Atención Primaria de la zona. Dos programas formativos diseñados como talleres en los que las/los participantes han podido trabajar sobre el proceso de final de vida (afrontamiento, acompañamiento y toma de decisiones), conducidos por una excelente profesional psicóloga como es Neus Guerrero. Cada programa ha constado de cuatro sesiones, que han utilizado como hilo conductor y material de trabajo uno de mis libros, El oscuro camino hacia la luz, lo que obviamente ha sido para mí muy gratificante.
En ambos programas, en la última sesión di una breve charla acerca del tema y a continuación abrimos un espacio de preguntas y diálogo que resultó enormemente enriquecedor y sirvió entre otras cosas para constatar el gran trabajo realizado y el impacto que estas acciones tienen sobre las personas. Y es que cuando hablamos del cuidado de la salud de la población no todo son indicadores y recursos traducibles a números y parámetros, sino que estos componentes cualitativos y formativos, que ayudan a las personas a crecer y las dotan de sus propias herramientas para afrontar situaciones de dificultad máxima como son la enfermedad avanzada y el final de vida, suyo o de un ser querido, son esenciales para reducir el nivel de sufrimiento y posibilitar muertes pacíficas y duelos serenos.
La formación también es salud
No es tan difícil, basta con que las administraciones tengan la visión (eso es lo más complicado) y la voluntad, y a partir de ahí faciliten las iniciativas de profesionales crean en el valor de la formación para la población y asuman costes que resultan insignificantes al lado de los beneficios tangibles e intangibles que estas acciones reportan. Porque, como ha quedado dicho, el impacto que se genera es enorme, y su onda expansiva aún lo es más. Cuando entendemos, como no puede ser de otro modo, que la salud es multidimensional y tiene que ver con la persona en su totalidad, entonces es evidente que todo aquello que ayude a las personas a profundizar en su relación con la muerte enlaza con el sentido de sus propias vidas y la forma de vivirlas, y eso repercute de forma directa sobre la salud y sobre el modo de cuidar de la salud.
No todo han de ser revisiones de parámetros biológicos y normas a seguir. Cuidar de la salud de las personas es muchísimo más, y darles herramientas para que se sepan cuidar con amplitud (y profundidad) de perspectiva es de un valor incalculable. Por eso son muy de agradecer y merecen un reconocimiento las dos iniciativas que he descrito, como lo son todas aquellas que se llevan a cabo con parecidos objetivos. Ese es el camino para seguir avanzando en el acompañamiento al final de la vida.