Son muchas las vidas que transcurren imperceptiblemente, enredadas en rutinas y asuntos sin auténtica importancia, vidas parecidas a aquellos cigarrillos que se dejan abandonados en el cenicero y que se consumen sin que el usuario se acuerde de echar las correspondientes caladas, hasta que solo quedan la colilla y las cenizas que atestiguan que allí hubo algo más.
Entonces sucede algo que de repente ejerce de despertador, y la persona, en el mejor de los casos, toma conciencia de que está viviendo sin vivir. Ese despertador acostumbra a ser algún acontecimiento doloroso que impacta lo suficiente como para sacudirnos de la modorra. El problema es que a veces ya queda poco tiempo para rectificar.
Ese es precisamente el tema principal de la deliciosa y conmovedora “Living”, una película de Oliver Hermanus protagonizada por el siempre soberbio Bill Nighy, y que de hecho es un “remake” de un film anterior de Akira Kurosawa. El protagonista, un funcionario gris incrustado en una maquinaria burocrática sin alma, distante en sus relaciones tanto laborales como familiares, recibe un diagnóstico demoledor con el que inicia su particular cuenta atrás de los pocos meses que le quedan de vida. Y entonces despierta. Se da cuenta de lo que ha sido (o no ha sido) su vida, y reconoce amargamente que su sueño de ser funcionario no solo no le ha llenado, sino que no se había apercibido de que en realidad la vida se le había escapado sin vivirla.
Lo que sucede a partir de ese momento es que no solo conecta de nuevo con la vida, sino que al quitarse el corsé de corrección y rutina bajo el que se protegía de todo lo exterior afloran sus verdaderas cualidades humanas, que habían estado ocultas, para los demás y para él mismo. El hombre imperturbable se convierte en una figura humana, que se empieza a preocupar de verdad por lo que les sucede a los otros, por lo que hay detrás de las historias que ocultan los expedientes que maneja ya sin desidia, y empieza a sentir la grandeza de vivir, de compartir una amistad, una copa, o una canción, y de darle un vuelco a su listado de prioridades. “No tengo tiempo para enfadarme”, dice en una escena. Y será capaz, en estas últimas semanas de su vida, de dejar un legado impensable meses atrás. Nunca es demasiado tarde.
La conciencia de mortalidad, no como hipótesis sino como amenaza inminente, es la que ha provocado ese cambio. Pero ¿no podemos hacerlo mejor? ¿Hace falta llegar al extremo de escuchar el tic tac del tiempo que pasa ya inexorablemente? Esta es una de las consecuencias de vivir de espaldas a la muerte, de negarla, de no querer saber nada de ella. Eso nos lleva a una falsa sensación de que ya habrá tiempo de ordenar prioridades y de preguntarnos si nuestra vida está bien como está. Y puede suceder, como al protagonista de la película, que eso contribuya a que nuestras mejores cualidades permanezcan encerradas bajo llave mientras otras capacidades se ocupan de lo que suponen que es lo importante. Pero no lo es.
Vivir o dejarse vivir. Vivir la vida que realmente deseamos y es coherente con quien de verdad somos, o seguir representando el personaje que hemos escogido o que otros han escogido por nosotros. Esa es la gran pregunta. No es banal. Pensemos en ello.
7 comentarios en “DEJARSE VIVIR O VIVIR DE VERDAD”
Una interesante reflexión.
Es habitual que uno se deje vivir hasta que se le presenta la muerte, casi sin tiempo (novela “Ivan Illich” de Tolstoi) o con un tiempo “contado”, o “contable” mejor, en el que dejar a un lado tanta atención a lo accesorio e ir a lo importante que, a fin de cuentas, es, atendiendo a otros, sintiendo el misterio de la vida que uno mismo asume, amor.
Si el miedo a la muerte tiene que ver con la pérdida del pasado más que con la del futuro, como decía Kundera y recogía Irvin Yalom, creo que, desde la perspectiva cristiana, uno siempre tiene tiempo antes de morir, aunque sólo sea un instante para sonreír a la vida que se descubre por un accidente, por una enfermedad. Siempre hay tiempo para que una vida se “salve” en el sentido de reconocerse como vida, en el amor.
Un abrazo
Javier
Gracias por tu comentario y por leerme, Javier. Siempre aportas ideas que suben el nivel. Saludos.
Gracias por esa sensibilidad que tienes, por la invitación a pensar… a buscar la verdad antes de que nos pille la muerte desprevenidos…
Que podamos vivir de verdad!!!
Gracias por tus palabras, Laura. Un abrazo.
Me ha encantado tu post!. Mi historia empieza con una enfermedad repentina y muy grave con 39 años. Era consciente de que podía perder de disfrutar de los míos y no tener una continuidad de mis sueños. Superé esa enfermedad y aprendí a vivir la vida que quería, disfrutarla, agradecerla y ser yo misma!. Me dediqué a prestar atención en las personas de mi entorno y por tener una profesión donde trabajo para las personas, me dedico a estar muy a su lado, acompañar, colaborar e intentar mejorar sus necesidades. Me ha dado paz, tranquilidad y mucho aprendizaje de gentes sencillas que me dan más de lo que yo les puedo ofrecer!!!
Muchas gracias, Elena, por compartir tu valiosísimo testimonio. Celebro que te haya gustado el post.
Sobre la película Living lo mas bonito es que con un argumento sencillo, te lleva de la desolación existencial a la esperanza