Antes de responder a la cuestión que plantea el título del post, habría que responder a otra pregunta previa: ¿qué significa tener buena salud? Y sin duda no sería nada fácil ponernos de acuerdo.
La salud como fin
Si nos basamos en lo que el sistema sanitario nos propone (y/o nos impone) como modelo de buena salud, se trataría de tener toda una serie de parámetros (objetivables) y de hábitos dentro de lo considerado como normal o deseable. Por ejemplo: tener una tensión arterial o un colesterol en sangre dentro de los límites correctos, o no fumar, o ponerse un filtro protector suficiente al exponerse al sol, o ajustar el calendario vacunal a lo indicado, es valorado como positivo y necesario, mientras que lo contrario no lo es.
Desde este punto de vista, la salud iría asociada a datos y hechos comprobables, de esos que pueden ser detectados (o interrogados) en una revisión médica. Y, por tanto, sería el sistema, a través de sus profesionales y de las pruebas complementarias que nos soliciten, el que dictamina si tenemos o no buena salud, lo que se vive en ocasiones como un veredicto, que de ser favorable nos concede un tiempo de tranquilidad hasta la siguiente revisión o incidencia.
Y ¿de dónde surgen todos esos parámetros de normalidad? Básicamente de asociaciones estadísticas mediante las cuales se busca mantener parámetros y hábitos dentro de los márgenes que estadísticamente ofrecen mayores probabilidades de prolongar la vida. Ni más, ni menos. Por tanto, el concepto de salud, desde esa visión, está vinculado a la idea de prolongar la vida y de enfermar menos, y nos proporciona una especie de fórmula o combinación de factores que aumentarán (supuestamente) nuestra probabilidad de vivir más y con menor incidencia de morbilidad. Es decir, si nos portamos bien, tendremos premio (una vez más, supuestamente, porque hablamos de promedios globales, no de individuos), y en este caso la salud sería un fin para el cual hemos de sacrificar lo que haga falta. En definitiva, estamos más pendientes de no morirnos y de no enfermar que de vivir la vida.
La salud como consecuencia
Pero, si echamos un vistazo a la definición de salud que publicó la OMS hace ya más de 70 años, resulta que nos habla de un completo estado de bienestar físico, mental y social (posteriormente se añadió el bienestar espiritual). Al margen de que el sistema se cuida fundamentalmente del bienestar físico, teniendo lo demás por secundario, cabría preguntarse si el bienestar es un parámetro mensurable desde el exterior, o es una percepción de la persona, y por tanto contiene elementos necesariamente subjetivos.
Si nos atenemos a la definición de la OMS, mucho más acorde con la visión integral de la persona, que no solo enferma en el cuerpo físico, sino que enferma en y desde cualquiera de sus dimensiones que repercute en todas las demás, entonces podemos plantearnos lo siguiente. Imaginemos una persona que tiene una revisión médica impecable y cumple escrupulosamente con todas las recomendaciones e indicaciones del sistema de salud, pero su vida familiar en casa es un infierno, o trabaja en algo que le desagrada y donde es poco respetada, o siente que su vida no tiene sentido alguno. Esta persona, ¿tiene una buena salud? ¿Domina el bienestar o el malestar? Decir que tiene buena salud porque su chequeo es óptimo parecería una broma de mal gusto, y sin embargo esa es la visión dominante. Lo emocional, lo social, lo relacional, lo espiritual, ha de someterse a lo físico. Pero eso no deja de ser absurdo.
Cuando una persona vive su vida en armonía, en coherencia con quién es y con su propósito de vida, lo que no significa que todo vaya sobre ruedas, entonces la vida fluye de otro modo. Los buenos hábitos de salud no se siguen para evitar males, sino porque la persona se siente bien con ellos y se respeta a sí misma y se cuida, pero no desde el miedo. Es aquello de cuidarse para estar bien, y no para no estar mal. Y, ¡oh sorpresa!, entonces resulta que no solo aumenta la sensación de bienestar global de la persona, sino que los parámetros e indicadores mejoran, pero no porque se persiga como un fin, sino porque es lo que sucede. «No hagas nada para buscar la salud, busca la paz y la encontrarás a su lado», nos dice Stella Maris Maruso en El laboratorio del alma. Entonces, la salud, entendida desde esta óptica global e integral, deja de ser un fin, y pasa a ser la consecuencia de vivir en paz con uno mismo.
Verlo y sentirlo así nos permite vivir más presentes, con menos miedo, y asumiendo que por mucho que nos empeñemos no vamos a tener el control sobre todo lo que nos suceda. No vaya a ser que mientras nos preocupamos por hacer de todo para vivir más se nos escurra la vida sin darnos cuenta.





4 comentarios en “TENER BUENA SALUD: ¿FIN O CONSECUENCIA?”
Totalment d’acord amb el que dius. Ara bé considero que sovint no és fàcil viure en harmonia I coherència amb el que un és perquè no sempre ens coneixement en profunditat I segurament ens pot afectar físicamente. Un cop fet I detectat el “desgavell” potser cal sanar primer la causa psicológica, emocional o espiritual malgrat que pot ser difícil I dur. Gràcies per aquest post
Gràcies pel teu comentari, Montserrat.
Así es, es como el que pretendiendo conseguir la FELICIDAD como meta, se la va perdiendo en el día a día. Es como si sólo pensáramos en el final del viaje cuando lo mágico está en el trayecto. Gracias
Pues sí, así es, Rocío, la importancia del Camino y de lo que ocurre mientras caminamos. Gracias.