LOS FENÓMENOS CERCANOS A LA MUERTE

La primera vez que a pie de cama un enfermo que estaba en sus últimos días me dijo que veía allí mismo a un familiar ya fallecido, y lo hacía con toda la naturalidad y tranquilidad del mundo, me sorprendí un poco, aunque no del todo, porque era algo de lo que había oído hablar. De eso hace ya mucho tiempo, y desde entonces he observado el fenómeno en varias ocasiones, incluso en personas muy allegadas a mí. Siempre desde la calma y la paz, siempre con la sensación de realidad. No solo no me sorprende, sino que sé que es señal inequívoca de que el final está muy cercano.

También hubo una primera vez para escuchar el relato de una experiencia extracorpórea, de boca de una persona cercana que para mí tenía toda la credibilidad del mundo. Pero lo más impactante no fue lo que explicó (que lo era), sino la cara con la que lo explicó, que reflejaba cómo aquella experiencia le había cambiado la vida.

Lo curioso es que lo que uno piensa que es excepcional no resulta serlo. En mi trabajo durante muchos años como médico de cuidados paliativos he tenido la oportunidad de ver, escuchar, intuir, fenómenos diversos, que añaden magia y misterio a una fase tan trascendente de la persona como es el final de su vida. Pero existe una condición: hay que tener la antena puesta, los ojos abiertos, los oídos dispuestos, y el ser entero en actitud de acogida, pues es entonces cuando lo sutil se hace visible, o cuando las palabras se atreven a salir para expresar sin temor al rechazo aquello que el enfermo está experimentando.

Hay toda una serie de fenómenos inexplicables método científico en mano que suceden alrededor de los procesos de muerte (aunque no siempre van asociados a la muerte), fenómenos que la ciencia clásica, desde su determinismo apriorístico, rechaza y cataloga como patológicos. Falta humildad para aceptar que el hecho de no entender cómo puede suceder algo o que desmonte nuestro sistema de creencias no significa que no sea posible y no esté sucediendo. Y es que suceder, estas cosas, suceden, de eso no hay duda.

Los relatos de ECM (experiencias cercanas a la muerte) recogidos y corroborados con todo lujo de detalles se acumulan a miles en los trabajos realizados en las últimas décadas, aportando una información que no podemos, cuando menos, ignorar. Pero hay más. Estudios llevados a cabo por diversos autores constatan que los fenómenos cercanos a la muerte son extraordinariamente frecuentes. Las visiones de familiares fallecidos, la conexión con otro plano de conciencia, los cambios súbitos de actitud (hacia la paz y la serenidad), fenómenos mecánicos inexplicables, determinados comportamientos de animales, la llamada lucidez terminal… no son fenómenos paranormales propios de películas de serie B, sino que son fenómenos cotidianos, aunque no siempre estemos dispuestos a verlos, aceptarlos, o incluso permitirlos.

Pero, teniendo en cuenta que de forma invariable generan sosiego y paz en los enfermos, y que poderlo compartir y expresar les ayuda, sería bueno que, como acompañantes, seamos familiares o profesionales, sepamos que eso puede suceder y tengamos una actitud abierta y acogedora cuando el enfermo está en esa fase final, independientemente de lo que creamos que es real o no. Porque el protagonista en ese momento es el que se va, no los que se quedan.

Mi creciente interés por el tema, no solo por mi experiencia personal sino por haber escuchado innumerables relatos de este tipo de personas muy cercanas, me ha llevado a estudiarlo y a hacer mi aportación divulgativa mediante el curso El misterio de la conciencia; el más allá en nuestra vida.

Creo que estos fenómenos no son meras anécdotas o relatos llamativos o interesantes. Si nos abrimos a lo que nos dicen, y profundizamos en ello, pueden transformar nuestra relación con la muerte, y nuestra forma de vivir, como les ha sucedido a los miles de personas que tuvieron una ECM y volvieron para vivir una vida diferente. Que no la tengamos no significa que no podamos aprovechar las experiencias y testimonios de otros para cuestionarnos las grandes preguntas de la existencia. Y pienso que merece la pena intentarlo.